Meditación en la playa

16. Julio 2019

En la playa (o en la piscina o en el monte), cuando estamos tumbados o sentados tranquilamente tomando el sol o saboreando en la sombra de la brisa fresca de la tarde… es un buen momento para aprovechar y disfrutar de algún ejercicio de mindfulness y tomar consciencia.

Sin tener que hacer nada en especial ni lograr sentir nada en especial, simplemente cierra los ojos y escucha. Escucha los sonidos y ruidos de tu alrededor: el mar, gente hablando, niños jugando, alguna música lejana, quizás algún vehículo…; y a la vez que sigues escuchando, sientes las sensaciones en tu piel: el sol y la temperatura, la brisa, la ropa…; incluye ahora la sensación de peso en el cuerpo, sin dejar de escuchar y permitiendo las sensaciones de la piel: siente en qué partes del cuerpo sientes más peso y dónde hay más contacto con el suelo, con la tumbona…

Simplemente siente. Siente los sonidos, siente tu piel, siente el peso… y ahora incluye también tu respiración, sin hacer nada con ella, solamente la reconoces y la observas: su sonido, su movimiento, su ritmo con sus pausas… quizás puedas percibir algún olor: del mar, de cremas, de la comida…

Mantente unos instantes más permitiendo todas estas sensaciones que tus sentidos captan, sin empujarlas ni valorarlas ni describírtelas con la mente. Sólo siente cómo se sienten. Siente tu cuerpo sensible lleno y rodeado de Vida. Respirando suave y tranquilamente.

Cuando lo sientas y te apetezca puedes abrir los ojos y, tratando de mantener esa atención plena en todos tus sentidos, deja fluir tu creatividad y plasma sobre la arena o sobre la hierba un Mandala con piedrecitas, pequeñas conchas, ramitas, hojas… dibujando con los dedos en la arena… o también hacer alguna pequeña pila con estos pequeños  materiales buscando el equilibrio uno sobre el otro, buscando el encaje y el encuentro de las partes.

Luego deja que se dibuje una bella sonrisa en tu rostro en señal de gratitud hacia la Vida.

Meditation beach

Nota: para la parte final de la creatividad, con pequeños materiales del tamaño de una uña o un dedo es suficiente. NO busques grandes piedras. Puedes después dejar todo como estaba para no afectar al entorno, respetar a las demás personas y, de paso, trabajar el desapego como los grandes mandalas Budistas de arena que una vez terminados, se deshacen.